domingo, 16 de octubre de 2016

La americanización de Europa

No hay duda de que el siglo XX fue el siglo de los EEUU. Después de años buscando su destino como nación y su rol como nación en el mundo, su participación en la Primera Guerra Mundial empezó a otorgarle el papel de mayor potencia mundial que consolidaría durante el resto de la centuria.

Contrariamente a otros grandes imperios, la sociedad estadounidense se fraguó con el pecado original de las sociedades demasiado viejas: el predominio del interés individual sobre el colectivo. Su primera Constitución, sus primeros presidentes, sus hombres ilustres eran de corte liberal. La superación personal, la autoestima, el triunfo (esencialmente económico) en la vida, fueron valores que rápidamente borraron la efímera solidaridad y el interés por la comunidad que caracteriza a las sociedades jóvenes.

El limitado interés por los aspectos comunes acabó convirtiendo a la potencia mundial del siglo XX en un país de enormes diferencias sociales en las que se considera al Estado una lacra para el desarrollo personal. Así, se reduce la función social del Estado a su mínima expresión en cuanto a servicios y se anula casi del todo su papel de redistribución de la riqueza. Los servicios orientados a las clases más desfavorecidas (educación, sanidad, vivienda...) rozan los niveles mínimos y, en algunos casos, rayan la beneficencia.

Nuestro modelo, el europeo. Venía de más lejos. El papel del Estado, a partir de la segunda mitad del siglo XX, seguía más los modelos solidarios que los estrictamente individualistas. Jubilación, educación universal, atención médica para todos... lo que últimamente se ha venido a llamar el Estado del Bienestar. 

Desde los 1979 en que Magaret Tatcher asume el poder en el Reino Unido, seguida al año siguiente por la elección de Ronald Reagan como presidente de los EEUU, el mundo ha asistido a un tsunami neoliberal; a una americanización del mundo. Tratados de libre comercio, manipulación de los gobiernos por el poder económico, destrucción del estado del bienestar, desregularización del mundo laboral, pérdida masiva del poder adquisitivo.

Es posible que para ciertos países, esta americanización haya significado un progreso, pero la americanización de Europa es una enorme catástrofe. Ese modelo valiente, en que la igualdad de oportunidades, las garantías de una vida donde los débiles gocen de la solidaridad de sus vecinos, el avance hacia una sociedad más justa se está esfumando. Cuando la ola neoliberal se agote, habrá mucho que reconstruir, quizás demasiado para que nuestros hijos puedan volverlo a ver.




sábado, 18 de junio de 2016

Pensar o emocionarse; he aquí la cuestión

El próximo 23 de junio se celebrará en el Reino Unido el referéndum para decidir si ese país continúa perteneciendo a la Unión Europea o no. Independientemente del resultado, cabe preguntarse qué impulsa a la gente a votar una cosa u otra.
Las opiniones que expresan los
 británicos son del tipo: “Queremos gobernarnos y que no sea Europa la que nos gobierne”, “Está decidido. Voto al Brexit. Alea jacta est”, “Europa lastra nuestro futuro”, “Queremos seguir siendo como somos”… solo demuestran que en la mayoría de los casos la decisión no es el producto de un razonamiento sino emocional.
Desgraciadamente, vemos como la política utiliza cada vez más los argumentos emocionales. Y cuando surge un filón emocional, los políticos no dudan en explotarlo para atraer al votante aunque el manejo de esas emociones resulte luego incontrolable.
Y ese descontrol existe. Algunas “Personas Altamente Implicadas a Nivel Emocional” (PAINE) llegan a identificarse de tal manera con la idea propuesta que radicalizan sus posturas más allá de lo que la sana convivencia recomienda. Hay grados de radicalización. Los casos más extremos corresponderían a aquellas mentes, probablemente perturbadas, que se implican hasta un alto grado de violencia; véase el caso de Jo Cox. Sin embargo hay otros niveles de radicalización menos extremos pero que marcan tendencia. El insulto, en especial a través de internet, donde impera cierto anonimato, está a la orden del día cuando un PAINE entra en una discusión. Pocos argumentos y muchas descalificaciones.
Ya se sabe las ideas adquiridas emocionalmente no pueden cambiarse desde el raciocinio.
En definitiva, como decía en una de sus canciones Georges Brassens:
“Morir por las ideas, la idea es excelente, pero yo estuve a punto de morir por no haberla tenido ya que todos los sí que la tenían, berreando como locos, me cayeron encima.”

miércoles, 1 de junio de 2016

El artista del alambre


Declaración a declaración, decisión a decisión, Pedro Sánchez sube la apuesta. 

Accedió a la secretaría general del PSOE apoyada por Susana Díaz a cambio de no presentarse como candidato a las elecciones generales. Pedro dobló la apuesta presentándose y enemistándose con ella. Se empezó a hablar de un cadáver político.

Tampoco le tienen simpatía, por diversas razones, Zapatero, Rubalcaba, Madina… Pedro Sánchez apostando por un  resultado que le aupara a la presidencia del gobierno y no dejara dudas sobre su liderazgo.

Los resultados del 20D lo dejaron en la peor situación posible. Un pacto  PP-PSOE garantizaba una mayoría suficientemente holgada. ¿Cómo se hubieran tomado esto los votantes? 

Un pacto por la izquierda PSOE- Podemos-IU hubiera contentado mejor a su electorado, pero la imposición de los poderes económicos abortó ese pacto antes de que naciera. El cadáver empezaba a oler.

El golpe de efecto del pacto con Ciudadanos y una investidura fallida le devolvieron el protagonismo. Pero complicaba la siguiente campaña electoral. A pesar de ello, el cadáver seguía caliente. Volvió a ser candidato.

El acoso interno en precampaña (Susana Díaz, Chimo Puig…) y las encuestas se añaden a las declaraciones del candidato que a menudo arrojan piedras a su propio tejado. Las últimas declaraciones vetando un apoyo a un gobierno del PP reduce su margen de maniobra a dos opciones: reeditar un pacto de dudosa efectividad con Ciudadanos o pactar con Unidos Podemos, en contra de las presiones a les que sin duda se le someterá.


Siendo como es un funambulista, no hay duda de que Pedro Sánchez nos volverá a sorprender. Pero no olvidemos que caiga desde la altura que caiga, si es que cae, recalará en un generoso consejo de administración donde podrá vivir un privilegiado retiro dorado. Con esa red es más fácil ser artista del alambre.


martes, 31 de mayo de 2016

Sinécdoque



Hoy, 31/5/2106, podemos leer en el diario EL PAÍS una noticia titulada “Los grandes empresarios defienden una Europa unida frente al ‘Brexit‘. Alertan de que la salida del Reino Unido reduciría la prosperidad europea.

A estas alturas, a nadie puede caberle ninguna duda de que la Unión Europea, lejos de aproximarse a esa vieja idea romántica orientada a la creación de un territorio rico en diversidad humana con objetivos comunes, no es más que un gran mercado donde los poderes económicos campan a sus anchas. Y si algún aspecto les incomoda para hacer y deshacer a su gusto, tienen a su brazo político, esos partidos del sistema que la gente empieza a dejar de lado. A través de esos instrumentos dictan leyes “democráticas” que les allana el camino hacia el lucro. Cuanto más, mejor. El precio no tiene importancia. Recortes en salud, educación, desempleo, desahucios, pobreza… Ya se sabe. La ley del mercado.

Ese sistema, cuyo fin es el dinero y el poder, no ha dejado de crear injusticia y desigualdad. El índice de Gini que mide la desigualdad ha aumentado un 16% en 6 años (2007-2013).

Y me pregunto, cuando los grandes empresarios hablan de prosperidad ¿de qué prosperidad hablan? Entendiendo que la prosperidad es el curso favorable, propicio o venturoso de las cosas, resulta difícil hallarla en un país cuyos indicadores sociales alcanzan niveles paupérrimos. En una situación de creciente desigualdad los únicos sectores que prosperan son los de los más poderosos. 

Dicho lo dicho, me pregunto si los grandes empresarios no estarán utilizando una sinécdoque (figura literaria en la que se designa el todo por la parte). Debemos entender que cuando hablan de prosperidad europea se están refiriendo a su propia prosperidad.
cpc 2016